Sábado a las 8 de la noche. Madrid. Puerta del Sol. Salgo de la parada de metro y me topo con una muchedumbre que me ahoga con su densidad. Intento alzar la vista entre las cabezas que me rodean. Y observo más allá una auténtica locura, una especie de aparición terrorífica. Se trata de una calle que se llama Preciados. En un primer momento, pienso en una manifestación. Luego el que me acompaña me explica que es una calle de tiendas, con mucha vida. Soy de provincias y por eso me siento indefenso. Tanta gente en tan poco espacio. Tanta gente anónima. Busco una música en mi interior. No me sale ninguna. Estoy seco en este océano de personas. Hace unos años me hubiera salido "Sabotage" de los Beastie Boys. Pero esto es demasiado. No me encuentro.
Día siguiente. Vitoria. Seis de la tarde. Un barrio normal. Entro en la cafetería de un amigo que hace años que no lo veo. Tomamos un vaso con agua y luego una cerveza sin alcohol. Siete personas más en la cafetería. Me enseña los discos que pone en su establecimiento. Está orgulloso porque le acaban de regalar una copia de "Incesticide" de Nirvana. La conversación es agradable, llena de buenos recuerdos. El mundo de alrededor no existe. Somos dos amigos hablando de la vida. Me despido con un abrazo y salgo a la calle. Tampoco encuentro música esta vez. Pero la sensación es diferente. El sentimiento de felicidad es tal que no hace falta banda sonora alguna. Me he encontrado a mí mismo.
4 comentarios:
Esto se parece bastante a lo que algunos llaman "calidad de vida". La vida en la Ciudad puede ser peligroso y dañino.
...peligrosA y dañinA...
Oye sobrino, dime quién es el autor de la imagen que tienes en este post (si lo sabes, claro). Mola mucho.
Lo buscaré, anónimo. Creo que era de un artista italiano, pero no lo sé con seguridad. Dáme tiempo, "tío"...
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