sábado, 16 de agosto de 2008

La música de los demás

Respeto. Esa es la palabra.

En este último mes he realizado dos viajes en coche con gente que me excedía notablemente en edad. Una de las opciones que se presenta es meter tu cd de varios y atronar los oídos del compañero de trayecto. La otra, hacer de tripas corazón y aceptar lo que te pongan. En las dos ocasiones accedí al gusto del otro.

En el primer caso, la persona que viajaba conmigo necesitaba, y así me lo manifestó, escuchar un disco de varios propio. Subió el volumen del reproductor de música y nos embarcamos en un viaje a lo más profundo de su persona. Sí, porque lo que había ahí contenido era el reflejo de muchos de sus años y de sus vivencias. Tuve que callar y admirar lo que era el interior de una persona. Él miraba por la ventana, evadiéndose de la cerrada estancia del autómovil. No sé a dónde viajó, pero se le veía disfrutar con su mundo interior. Yo me limité a respetar. Caí en la cuenta de que era pretencioso por mi parte intentar despreciar otros tipos de música. Como ya dije anteriormente, cada uno suena diferente. Eso es lo mágico que tiene la música.

En el segundo caso, yo no tenía música y el acompañante tenía 60 años. Buscamos por el coche. Y... sólo dos discos: Sting y Laura Paussini. Mi preferencia estaba clara. Como la suya. Me tembló la mano. Tuve que introducir el disco de la italiana. Debo confesar que, ante todo pronóstico, fue emocionante. Tiempo antes hubiera deseado quemar todos los discos de Laura, pero el momento nos elevó a los dos hasta cimas insospechadas de empatía. Qué cosas. Él cantaba; yo golpeaba acompasadamente el volante. El sonreía por fuera; yo por dentro. La música une.

Respeto. Esa es la palabra.